"La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero quizá sea
igualmente vano esforzarse por comprender el pasado, si no se sabe nada del presente" M. Bloch

lunes, 28 de noviembre de 2011

Yo decidí lanzar la bomba atómica

Documento incluído en el artículo La guerra en el pacífico, trabajado por Gabriel Cardona y David Solar, en el nº 18 de la colección 'Historia Universal Siglo XX' de Historia16 (1983).
Las aclaraciones al texto del expresidente (ver asteriscos) son suyas, no mías, aunque las suscribo.

En Mr. Ciudadano, por Harry S. Truman

Antes de tomar la decisión final de emplear la bomba atómica, convoqué un comité de las más destacadas autoridades en el campo científico, educativo y político, para escuchar sus opiniones y consejos. Pregunté su opinión a los jefes de Estado Mayor y calculé el tiempo que podrían resistir los japoneses y cuántas vidas -amercianas y japonesas- costaría invadir la isla principal de Japón.
Antes había autorizado ya a los jefes de Estado Mayor a movilizar a más de un millón de soldados americanos para el ataque final a Japón. Muchas unidades americanas, procedentes de Estados Unidos y de Europa, estaban ya en ruta hacia la zona del Pacífico, dispuestas a la invasión.
En Potsdam, Stalin me había informado de que pasarían tres meses antes de que Rusia estuviera en condiciones de abrir un segundo frente contra Japón. Y durante la conferencia de Potsdam había consultado al primer ministro Churchill sobre el empleo de la bomba contra Japón, ya que Estados Unidos había colaborado con Gran Bretaña en el proyecto de la bomba. Churchill y sus jefes militares se mostraron partidarios de su empleo.

El 28 de julio, el primer ministro Suzuki declaró que Japón haría caso omiso de la declaración de Potsdam del 26 de julio. En aquella declaración habíamos ofrecido a Japón la alternativa entre la rendición, con la esperanza de un digno futuro, y la inevitable y completa destrucción *. Los señores de la guerra japoneses presentaron fanática resistencia. Y un millón y medio de soldados japoneses se hallaban en China continental dispuestos a acudir en defensa de Japón **. Era deber mío de presidente obligar a los guerreros japoneses a avenirse a razones, con la mayor rapidez y con la menor pérdida de vidas que fuera posible. Entonces tomé mi decisión. Una decisión que sólo a mí me incumbía.
Casi inmediatamente después de la segunda bomba atómica, los japoneses se rindieron. La más terrible guerra de toda la Historia, que arrastraba más de treinta millones de bajas, llegó así a su final.



* Truman, que escribía esto catorce años después de aquella tragedia, olvidaba o dulcificaba la situación. A Japón se le ofreció la rendición incondicional. El ultimátum decía: Exigimos del Gobierno japonés la rendición incondicional de todas sus fuerzas armadas y la seguridad de una absoluta buena fe en dicha acción. La alternativa será la completa y total destrucción del país.
Por otro lado, Washington estaba perfectamente informado desde comienzos de 1945 de que Tokio deseaba un acuerdo de paz. El acuerdo se habría conseguido en términos parecidos a los que, finalmente, se firmaron. Simplemente hubiera bastado eliminar el término incondicional.

** Recurrir a esta justificación es bastante absurdo. Por aquella época Estados Unidos dominaba completamente el mar y el aire y Japón carecía de Marina de guerra y de flota mercante: ¿cómo pensaba Truman que podrían llegar un millón y medio de soldados japoneses hasta el territorio metropolitano?

En mi opinión, el uso de la "nueva arma" (como la llamaron ante Stalin en Potsdam, si no me equivoco) de los Aliados tiene más razón de ser en otros dos aspectos, lejos de la clásica justificación de "acabar la guerra de manera rápida y evitando daños mayores". Se trataría de lanzar una clara advertencia a Stalin sobre la ventaja estratégica con que contarían los aliados occidentales ante una posible continuación de la guerra en Centrouropa u otros frentes, esta vez enfrentandose los antiguos aliados; y serviría a su vez para probar los efectos de la nueva bomba ante un objetivo real, una ciudad llena de población civil (hasta ahora sólo habían visto sus propiedades en zonas deshabitadas). De paso daban un golpe brutal a los japoneses, que se mostrarían más dispuestos a aceptar una rendición incondicional.

Saludos

miércoles, 16 de noviembre de 2011

"Algo va mal", un libro de Tony Judt

Con el título en catalán El món no se'n surt, y en el original I'll fares the land (algo así como "pondré precio a la tierra"), se trata de un aviso a las generaciones presentes y futuras donde el profesor Judt* analiza el pasado, presente y futuro de la democracia y el Estado de Bienestar, en un estilo claro, conciso, ameno y que no deja indiferente. Si no me equivoco, salió a la venta el año pasado, luego recoge la crisis en la que estamos inmersos.
Os dejo un extracto del libro que he elegido al azar**:

Así pues, ¿qué deberíamos haber aprendido de 1989? Quizá, sobre todo, que nada es necesario ni inevitable. El comunismo no tenía que ocurrir -y no había razón alguna para que durara para siempre-; pero tampoco había nada que nos garantizara que iba a caer. Los progresistas deben asumir la contingencia absoluta de la política: ni el auge de los Estados del bienestar ni su ulterior pérdida de favor han de considerarse un regalo de la Historia. El "momento" socialdemócrata -o su equivalente estadounidense desde el New Deal hasta la Gran Sociedad- fue producto de una combinación de circunstancias muy concretas que no es probable que se repitan. Lo mismo cabe decir del "momento" neoliberal que comenzó en la década de 1970 y que sólo ahora acaba de desacreditarse.
 Pero precísamente porque la historia no está predeterminada, los mortales debemos inventarla a medida que avanzamos -y en circunstancias que, como acertádamente señaló el viejo Marx, en buena medida nos vienen impuestas-. Tendremos que plantearnos de nuevo los eternos interrogantes, pero estar abiertos a respuestas diferentes. Hemos de averiguar qué aspectos del pasado deseamos conservar y qué los hizo posibles. ¿Qué circunstancias eran únicas?¿Qué circunstancias podríamos, con voluntad y esfuerzo, reproducir?
Si 1989 significó un redescubrimiento de la libertad, ¿qué límites estamos dispuestos a ponerle? Incluso en las sociedades más "amantes de la libertad" se le imponen restricciones. Pero si aceptamos algunas limitaciones -como hacemos siempre-, ¿por qué no otras? ¿Por qué estamos tan seguros de que cierta medida de planificación o la tributación progresiva o la propiedad colectiva de los bienes públicos son restricciones intolerables de la libertad, mientras que las cámaras de circuito cerrado, los rescates estatales de bancos de inversión "demasiado grandes para dejarlos caer", las escuchas telefónicas y las costosas guerras en otros países son cargas aceptables que la gente debe soportar?
 Quizá haya buenas respuestas a estas preguntas, pero si no las planteamos, ¿cómo las vamos a saber? Tenemos que redescubrir cómo hablamos sobre el cambio: cómo imaginar formas muy diferentes de organización, libres de la peligrosa salmodia de la "revolución". Debemos distinguir mejor que algunos de nuestros predecesores entre fines deseables y medios inaceptables. Como mínimo, deberíamos tener muy presente la advertencia de Keynes sobre esta cuestión: "No basta con que el estado de cosas que queremos promover sea mejor que el que le precedió; ha de mejorar lo suficiente como para que compense los males de la transición".
No obstante, tras reconocer y asumir todas esas consideraciones, debemos mirar hacia delante:  ¿qué queremos y por qué lo queremos? Como sugiere la actual ruina de la izquierda, las respuestas no son evidentes. Pero, ¿qué alternativa tenemos? No podemos dejar el pasado a nuestras espaldas y limitarnos a cruzar los dedos: sabemos por experiencia que la política, como la naturaleza, aborrece el vacío. Después de veinte años desperdiciados, ha llegado el momento de comenzar de nuevo. ¿Qué hacer?

http://www.projectals.org
Con el 89 se refiere a la fecha de la caída del comunismo, lo que muchos supusieron entonces "el fin de la historia". Ya sólo quedaba un sistema en el mundo, todo sería mejor a partir de entonces; al unísono avanzaríamos hacia la consecución de la paz y el bienestar mundial bajo el reinado del libre mercado.
Si os parece interesante, os informo de que el libro ya tiene una versión de bolsillo, más asequible.




*Recientemente fallecido (en agosto del 2010), Tony Judt fue un eminente historiador y escritor. Destaca su insuperable obra Postguerra: una historia de Europa desde 1945, con un análisis profundo pero ameno del continente durante todo el período de la Guerra Fría.
**Aquí bromeo: ni el azar es electivo, ni mi elección ha sido azarosa.


Saludos

Dijo Maynard Keynes...

... Creo que, con una gestión acertada, el capitalismo puede ser más eficaz para alcanzar metas económicas que cualquier otro sistema conocido. Pero en sí mismo tiene graves inconvenientes, en muchos sentidos. Nuestro problema es crear una organización social tan eficiente como sea posible sin ofender nuestras nociones de una forma de vida satisfactoria.

                                                        *                      *                        *

En vez de utilizar sus recursos técnicos y materiales, que habían experimentado un incremento extraordinario, para construir una ciudad maravillosa, los hombres del siglo XIX construyeron suburbios deprimentes [...] [que] según los criterios de la empresa privada eran "rentables", mientras que la ciudad maravillosa, pensaban, habría sido una extravagancia que, en la estúpida jerga de la moda financiera, habría "hipotecado el futuro"... La misma regla de cálculo económico autodestructivo gobierna todos los ámbitos de la vida. Destruímos la belleza del paisaje porque los esplendores de la naturaleza, de los que nadie se ha apropiado, carecen del valor económico. Seríamos capaces de apagar el sol y las estrellas porque no dan dividendos.

                                                        *                       *                         *

Una vez que nos permitimos desobedecer la prueba de los beneficios de un contable, hemos empezado a cambiar nuestra civilización.


artic.ac-besancon.fr
John Maynard Keynes (1883-1946), influyente economista británico contrario a la desregulación de los mercados.

Saludos