"La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero quizá sea
igualmente vano esforzarse por comprender el pasado, si no se sabe nada del presente" M. Bloch

lunes, 5 de septiembre de 2011

Sobre las causas del hambre

Estaré asistiendo durante esta semana a un curso sobre Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (puede que cuelgue aquí un trabajo que realicé sobre el asunto a principios del curso pasado, para más información) y Pobreza Cero: una respuesta de la ciudadanía, la mar de interesante, así que no os extrañe si, como ahora, comparto con vosotros algo de lo que vemos ahí, lo mejor o lo más destacable, como no, que todo no se puede. Hoy, un par de artículos esclarecedores, y un corto documental sobre la llamada "Vía Campesina".
Sin más dilación:

El reto de alimentar al planeta
Ángela Hilmi
(investigadora de la Universitat Politècnica de València)

La hambruna es uno de los temas más candentes del mundo. Cada día, 16.000 niños mueren de enfermedades relacionadas con el hambre. Según las últimas cifras de la FAO, más de 1.000 millones de personas padecen hambre, más que nunca en la historia humana. Sumándole a esto el hecho que, según la Naciones Unidas, de 6.900 millones en 2010, la población llegará a 9.000 millones de personas en 2050, se plantea la cuestión de saber si será posible satisfacer el derecho básico a la alimentación para todos.
La declaración de la Cumbre Mundial sobre Seguridad Alimentaria celebrada en la FAO en noviembre de 2009, anunció que "para alimentar a la población mundial, que se espera supere 9.000 millones en 2050, se estima que la producción agrícola tendrá que aumentar en un 70% entre ahora y entonces".
Esta cifra del 70% es ahora el dato comúnmente usado cuando se trata de estimar cuánto debe aumentar la cantidad de producción de alimentos en los próximos 40 años. Esta cifra está basada en un aumento de 32% de aumento de la población mundial y en llegar a un consumo medio de 3.130 kilocalorías por persona por día en 2050. Estas cifras, sin embargo se tienen que matizar con las siguientes consideraciones:
En primer lugar, no hay una relación directa entre la cantidad de alimentos producidos y el número de personas que sufren de hambre a nivel global. La producción mundial actual de alimentos es suficiente para proporcionar a cada persona del planeta una dieta adecuada. Sin embargo, no existe una relación automática entre una mayor disponibilidad de alimentos y la reducción de la hambruna. Entre 2007-2009, el número de personas que padecen hambre aumentó alrededor de 150 millones, un aumento espectacular, no vinculado a ninguna disminución en la producción de alimentos, sino a un fuerte aumento en los precios de los alimentos, causado sobre todo por el aumento en los precios del petróleo, la especulación y la competencia entre los cultivos alimentarios y los de combustible.
Por otra parte, las proyecciones consideran principalmente el aumento del consumo de calorías, incluyendo aumento en el consumo de carne. El consumo de carne en EE UU es aproximadamente 120 kilos al año por persona, mientras que el promedio mundial es de 43 kilos, y en la India es de 5 kilos. Gran parte de la producción de carne en EE UU depende del grano que alimenta a los animales. De esa manera el consumo de granos en EE UU es de 800 kilos por persona al año, mientras que en la India, es de 200 kilos. Esto significa que la producción de granos actual proporciona suficiente para 2.500 millones de personas con una dieta de EE UU, pero a 10.000 millones de personas con una dieta de India.
A estas consideraciones se debe añadir el hecho que las pérdidas pos-cosecha en los países en vía de desarrollo pueden alcanzar el 50% de lo que se produce y que los países industrializados desperdician enormes cantidades de alimentos que alcanzan en ciertos países el 40%.
¿Cuánta comida más será necesaria para poder alimentar a la población de 2050? La respuesta depende, entre otros, de los factores mencionados aquí. Con hábitos y sistemas más sostenibles de consumo y producción de alimentos, un aumento de 20-50% podría ser suficiente. Lo fundamental es entender que no es sólo un aumento de la producción el que reduce el hambre, y que hoy no es la agricultura industrial a gran escala, la que alimenta el planeta, sino la de los pequeños productores que producen hoy en día, según el grupo ETC (Action Group on Erosion, Technology and Concentration) con sede en Otawa, más del 70% de los alimentos consumidos a nivel mundial.
Paradójicamente, justamente estos pequeños agricultores y sus familias representan la mitad de los más de 1.000 millones de personas que padecen hambre. Darles una oportunidad de aumentar su propia producción para obtener suficientes alimentos saludables para ellos mismos se convertiría en el plan de reducción de la hambruna más exitoso en la historia humana.
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En Cinco Días el 20-XII-2010 (http://www.cincodias.com)

Josetxo Ezcurra

Los porqués del hambre
Esther Vivas (del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de la Universitat Pompeu Fabra. http://esthervivas.wordpress.com)

Vivimos en un mundo de abundancia. Hoy se produce comida para 12.000 millones de personas, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cuando en el planeta habitan 7.000. Comida, hay. Entonces, ¿por qué una de cada siete personas en el mundo pasa hambre?
La emergencia alimentaria que afecta a más de 10 millones de personas en el Cuerno de África ha vuelto a poner de actualidad la fatalidad de una catástrofe que no tiene nada de natural. Sequías, inundaciones, conflictos bélicos… contribuyen a agudizar una situación de extrema vulnerabilidad alimentaria, pero no son los únicos factores que la explican.
La situación de hambruna en el Cuerno de África no es novedad. Somalia vive una situación de inseguridad alimentaria desde hace 20 años. Y, periódicamente, los medios de comunicación remueven nuestros confortables sofás y nos recuerdan el impacto dramático del hambre en el mundo. En 1984, casi un millón de personas muertas en Etiopía; en 1992, 300.000 somalíes fallecieron a causa del hambre; en 2005, casi cinco millones de personas al borde de la muerte en Malaui, por solo citar algunos casos.
El hambre no es una fatalidad inevitable que afecta a determinados países. Las causas del hambre son políticas. ¿Quiénes controlan los recursos naturales (tierra, agua, semillas) que permiten la producción de comida? ¿A quiénes benefician las políticas agrícolas y alimentarias? Hoy, los alimentos se han convertido en una mercancía y su función principal, alimentarnos, ha quedado en un segundo plano.
Se señala a la sequía, con la consiguiente pérdida de cosechas y ganado, como uno de los principales desencadenantes de la hambruna en el Cuerno de África, pero ¿cómo se explica que países como Estados Unidos o Australia, que sufren periódicamente sequías severas, no padezcan hambrunas extremas? Evidentemente, los fenómenos meteorológicos pueden agravar los problemas alimentarios, pero no bastan para explicar las causas del hambre. En lo que respecta a la producción de alimentos, el control de los recursos naturales es clave para entender quién y para qué se produce.
En muchos países del Cuerno de África, el acceso a la tierra es un bien escaso. La compra masiva de suelo fértil por parte de inversores extranjeros (agroindustria, Gobiernos, fondos especulativos…) ha provocado la expulsión de miles de campesinos de sus tierras, disminuyendo la capacidad de estos países para autoabastecerse. Así, mientras el Programa Mundial de Alimentos intenta dar de comer a millones de refugiados en Sudán, se da la paradoja de que Gobiernos extranjeros (Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Corea…) les compran tierras para producir y exportar alimentos para sus poblaciones.
Asimismo, hay que recordar que Somalia, a pesar de las sequías recurrentes, fue un país autosuficiente en la producción de alimentos hasta finales de los años setenta. Su soberanía alimentaria fue arrebatada en décadas posteriores. A partir de los años ochenta, las políticas impuestas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para que el país pagara su deuda con el Club de París, forzaron la aplicación de un conjunto de medidas de ajuste. En lo que se refiere a la agricultura, estas implicaron una política de liberalización comercial y apertura de sus mercados, permitiendo la entrada masiva de productos subvencionados, como el arroz y el trigo, de multinacionales agroindustriales norteamericanas y europeas, quienes empezaron a vender sus productos por debajo de su precio de coste y haciendo la competencia desleal a los productores autóctonos. Las devaluaciones periódicas de la moneda somalí generaron también el alza del precio de los insumos y el fomento de una política de monocultivos para la exportación forzó, paulatinamente, al abandono del campo. Historias parecidas se dieron no solo en países de África, sino también en América Latina y Asia.
La subida del precio de cereales básicos es otro de los elementos señalados como detonante de las hambrunas en el Cuerno de África. En Somalia, el precio del maíz y el sorgo rojo aumentó un 106% y un 180% respectivamente en tan solo un año. En Etiopía, el coste del trigo subió un 85% con relación al año anterior. Y en Kenia, el maíz alcanzó un valor 55% superior al de 2010. Un alza que ha convertido a estos alimentos en inaccesibles. Pero, ¿cuáles son las razones de la escalada de los precios? Varios indicios apuntan a la especulación financiera con las materias primas alimentarias como una de las causas principales.
El precio de los alimentos se determina en las Bolsas de valores, la más importante de las cuales, a nivel mundial, es la de Chicago, mientras que en Europa los alimentos se comercializan en las Bolsas de futuros de Londres, París, Ámsterdam y Frankfurt. Pero, hoy día, la mayor parte de la compra y venta de estas mercancías no corresponde a intercambios comerciales reales. Se calcula que, en palabras de Mike Masters, del hedge fund Masters Capital Management, un 75% de la inversión financiera en el sector agrícola es de carácter especulativo. Se compran y venden materias primas con el objetivo de especular y hacer negocio, repercutiendo finalmente en un aumento del precio de la comida en el consumidor final. Los mismos bancos, fondos de alto riesgo, compañías de seguros, que causaron la crisis de las hipotecas subprime, son quienes hoy especulan con la comida, aprovechándose de unos mercados globales profundamente desregularizados y altamente rentables.
La crisis alimentaria a escala global y la hambruna en el Cuerno de África en particular son resultado de la globalización alimentaria al servicio de los intereses privados. La cadena de producción, distribución y consumo de alimentos está en manos de unas pocas multinacionales que anteponen sus intereses particulares a las necesidades colectivas y que a lo largo de las últimas décadas han erosionado, con el apoyo de las instituciones financieras internacionales, la capacidad de los Estados del sur para decidir sobre sus políticas agrícolas y alimentarias.
Volviendo al principio, ¿por qué hay hambre en un mundo de abundancia? La producción de alimentos se ha multiplicado por tres desde los años sesenta, mientras que la población mundial tan solo se ha duplicado desde entonces. No nos enfrentamos a un problema de producción de comida, sino a un problema de acceso. Como señalaba el relator de la ONU para el derecho a la alimentación, Olivier de Schutter, en una entrevista a EL PAÍS: “El hambre es un problema político. Es una cuestión de justicia social y políticas de redistribución”.
Si queremos acabar con el hambre en el mundo es urgente apostar por otras políticas agrícolas y alimentarias que coloquen en su centro a las personas, a sus necesidades, a aquellos que trabajan la tierra y al ecosistema. Apostar por lo que el movimiento internacional de La Vía Campesina llama la “soberanía alimentaria”, y recuperar la capacidad de decidir sobre aquello que comemos. Tomando prestado uno de los lemas más conocidos del Movimiento 15-M, es necesaria una “democracia real, ya” en la agricultura y la alimentación.
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 Publicado en El País el 30-VII-2011

Y el pequeño documental sobre la soberanía alimentaria y el movimiento de La Vía Campesina

La Via Campesina en movimiento... ¡ Por la soberanía alimentaria ! from La Via Campesina on Vimeo.


"No hay países pobres, sino empobrecidos"

Los subrayados de los textos son míos.
Mi agradecimiento a los ponentes de hoy: 
·Pedro Sánchez [miembro de Pobreza Cero y ATTAC]
·Estela Vázquez [Plataforma SobAl (Soberanía Alimentaria)]

Saludos

1 comentario:

  1. ¿Cuáles son nuestras prioridades? Algunas estadísticas para reflexionar (proporcionadas por la plataforma Pobreza Cero):

    - La educación primaria universal -que cada menor pueda ir a la escuela- cuesta 10 000 millones de dólares al año...
    menos de lo que la población de Estados Unidos gasta en helados.

    - Salud reproductiva de las mujeres -que los partos sean más seguros- costaría 12.000 millones de dólares al año...
    esto es lo que se gastan en perfume en Europa y en EEUU

    - Salud básica y nutrición costaría 13000 millones de dólares al año...
    Europa y EEUU gastan 17.000 millones en comida para mascotas.

    ***

    Saludos

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