"La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero quizá sea
igualmente vano esforzarse por comprender el pasado, si no se sabe nada del presente" M. Bloch

domingo, 31 de octubre de 2010

Vientos del pueblo me llevan

Aprovechando que, con motivo del centenario, los medios hablan  estos días de Miguel Hernández, escojo para vosostros uno de sus poemas, el que da título a esta entrada. 
Pertenece al grupo recogido en "Viento del Pueblo", muchos de ellos escritos pensando en la recitación pública que el propio poeta oriolano les daba en el frente. Tienen un carácter de exaltación, beligerante, social... el Miguel más auténtico. Fueron escritos entre el verano de 1936 y  el de 1937. Otros poemas destacados del grupo son "El sudor", "Las manos", "El niño yuntero", "La canción del esposo soldado" o "Sentado sobre los muertos". Ahí va:

VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN

Vientos del pueblo me llevan, 
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas, 
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza, 
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces, 
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte, 
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor a cuadra:
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto, 
la boca contra la grama, 
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte, 
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.

Y para quedarnos con un Miguel algo menos guerrero, el Miguel de unos años después, frustradas las esperanzas, golpeada el alma por distintos mazos, muerto un hijo y esperando la propia entre barrotes; dejemos estos sus bellos versos, de una verdad enorme:

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes. Tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes. Tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes. Tristes.

Saludos

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